La
estafa piramidal o esquema Ponzi, es un timo en el cual las compras o
inversiones de los “nuevos clientes” son la fuente utilizada para pagarle los
intereses “ganados” a inversionistas anteriores. Para que este sistema subsista
tiene que haber continuos nuevos aportes. Finalmente llega un punto en que se
satura el sistema, porque escasean las nuevas inversiones y el estafador no
puede cumplir con el pago de intereses por la falta de dinero. Como bien lo
menciona el artículo, existen esquemas montados por individuos inescrupulosos
con el único fin de conseguir personas u organizaciones a quiénes estafar.
Estas organizaciones crean estrategias de la mentira y diseñan mecanismos para
hacer daño en beneficio propio. Y el ser humano en su afán desmedido de
conseguir dinero a costa de lo que sea y de quién sea, se convierte en presa
fácil de estos estafadores. Son nuestros gobiernos, por medio de las auditorías,
quienes deben trascender sus fronteras más allá de los simples registros
contables y enfocarse más en las actuaciones de las empresas y de sus miembros.
Es deber del Estado, que sus auditores reciban capacitación y entrenamiento
para la fiscalización de riesgos que les
permitan identificar claramente las señales de alerta, indicadores y fraude. La
historia nos muestra claramente como a través de los años todos estos modelos
se desmoronan, pero a pesar de esto, esta metodología de fraude se repite una y
otra ves en diversos países, todo por la combinación del “amor al dinero” con
la “ley del mínimo esfuerzo”. Al final, concluimos, que no existen mejor
satisfacción y garantías de conseguir dinero, más que por medio del esfuerzo
remunerado, al cual con tranquilidad podemos llamar “trabajo”.
Por
Matilde Martínez, Madelene Murillo, Heidi Caballero y Yurianis González
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