POR:
Martínez, Diógenes | Jaramillo, Carlos |Castillo,
Fermin
Al hablar de
un concepto tan radical como lo es la globalización, nos imaginamos o mejor
dicho nos proyectamos primeramente a esa parte de la historia desde siglos
anteriores donde predominó la desigualdad entre las clases sociales y
subdesarrolladas, siendo así una errónea aseveración, ya que la misma
involucra procesos tanto de ámbito
social, tecnológico, económico y cultural. La Globalización toma su mayor auge
al momento que surge el Internet, ¿y por qué?, porque la globalización al ser
un proceso dinámico que ejemplifica las formas de llevar a cabo las más grandes medidas y políticas sobre el
crecimiento económico, también abarca una secuencia de productividades que
involucran cambios en el desarrollo de un país, cambios que podrán o no ser
eficientes o equitativos, cambios que brindaran o no, un impacto o probabilidad
de ocurrencia a largo plazo.
La globalización a su vez provoca
rivalidad internacional entre muchos sectores de la economía, que ocasionan
muchas veces bajas de precios y beneficios, como también escasa productividad,
hecho que agudiza la estreches de los márgenes de las empresas, así como sus
caídas de la inversión y lo más relevante, el desempleo.
Planteados
estos puntos de gran relevancia hay que destacar que de cierta manera no todo
es malo en la globalización , y porque digo esto; porque a medida que las
industrias logran niveles de prosperidad económica a nivel mundial de esa misma
manera las oportunidades de mejores salarios y empleos progresan de forma
cuantitativas y progresiva, siempre y cuando exista un sistema financiero
internacional a través del comercio exterior que ayude a los países más pobres
a integrarse a la economía mundial, a acelerar su crecimiento económico y a
reducir la pobreza. Esta será la mejor forma de garantizar que todas las
personas de todos los países se beneficien de la globalización de forma equitativa.
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