Por:
Josué
Díaz, Blas Quintero, Desiree Chang y Rosa Concepción
A finales
del siglo XIV vemos el nacimiento de pequeños recintos en donde mercaderes de
muchas nacionalidades iban cotizando sus objetos de valor, llamados bolsas. El
primero de estos recintos se da lugar en Amsterdam (considerada la más antigua),
y la compañía holandesa de las Indias Orientales que fué la primera sociedad
anónima de la historia, quien comenzó a ofrecer participaciones en sus negocios
para financiar una expansión comercial.
Dando
lugar al contexto actual, podemos observar que es posible captar grandes sumas
de dinero a través de pequeñas inversiones de ahorros en
un gran número de personas, y a cambio de participantes llamados accionistas
podemos ver los resultados de este negocio.
Esta
función de financiación por parte de una empresa e inversión por parte de un
particular, da por resultado la necesidad de los mismos por utilizar compañias
mercantiles, en donde es rasgo fundamental la claridad en la información transmitida
en el mercado y por lo cual de ello depende su funcionamiento; pero podemos
preguntarnos, ¿por qué? Bueno, es facil… la transmisión de una información
clara y precisa, hace que quienes participan activamente del mercado, lo hagan
de manera oportuna, adecuada y segura, tomando correctas desiciones respecto a
su inversión.
En la
actualidad, la bolsa de valores cuenta por hoy con su propia ley de mercado, en
la cual se hace referencia a información adecuada por parte de los emisores,
con información reservada, privilegiada y transparente, que con el tiempo se
irá volviendo una forma aún más segura para invertir y crecer en el mercado
internacional.